Un hormigueo recorre su cuerpo, desde la base de su espalda
hasta la punta de los dedos de sus pies, dejándola relajada pero, al mismo
tiempo, con ganas de más. Su respiración comienza a agitarse y su cerebro se
nubla. No puede evitar cerrar los ojos y olvidarse de todo, dejarse llevar.
Hasta que finalmente todo acaba, la última chispa de electricidad abandona su
cuerpo, dejando todos sus músculos sumidos en la más absoluta calma. Y sabe que
puede sentir, que sigue viva.
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