lunes, 22 de abril de 2013

Silencio a gritos


No te pido que me quieras. Ese es un verbo muy grande, y nosotros somos demasiado pequeños para abarcarlo. Solo te pido que me dejes perderme en tu boca, que mis dedos se pierdan en tu pelo al compás de un par de notas. La gente alrededor y los dos solos, girando como si el amanecer no llegara nunca, porque nos tenemos. Y el suelo se hace cielo mientras nos queremos con letras pequeñitas, en susurros para que no se entere nadie de que gritamos mientras nos amamos entre el sudor que inunda cada poro de tu piel. Y entonces no hay edades ni banderas ni distancias, solo sonrisas pícaras que saben lo que quieren y siempre quieren más.

viernes, 5 de abril de 2013

Nebulosa en el cerebro


Nunca sé cómo despedirte. 
Es verdad, aunque suene estúpido 
e infantil e incierto. 
Nunca sé cómo despedirte, porque 
en realidad no quiero. 
Durante unas horas no somos 
más que dedos entrelazados, 
susurros compartidos y notas musicales que se pierden 
entre el calor de dos cuerpos. 
El sol sobre tu espalda, tus manos 
heladas buscan refugio entre las mías. 
El minutero, nuestro enemigo, incansable 
en su camino. 
No le importan sentimientos ni actos 
ni opinión, él solo sigue. Entonces te levantas, 
tus labios susurran a los míos «Adiós, amor». Y me dejas con ganas de más. 
No quiero decir adiós porque 
después de que esas palabras salgan de mis labios 
y nuestros pasos tomen caminos opuestos, 
el minutero se vuelve lento y no quiere avanzar para volver a unirnos.