viernes, 5 de abril de 2013

Nebulosa en el cerebro


Nunca sé cómo despedirte. 
Es verdad, aunque suene estúpido 
e infantil e incierto. 
Nunca sé cómo despedirte, porque 
en realidad no quiero. 
Durante unas horas no somos 
más que dedos entrelazados, 
susurros compartidos y notas musicales que se pierden 
entre el calor de dos cuerpos. 
El sol sobre tu espalda, tus manos 
heladas buscan refugio entre las mías. 
El minutero, nuestro enemigo, incansable 
en su camino. 
No le importan sentimientos ni actos 
ni opinión, él solo sigue. Entonces te levantas, 
tus labios susurran a los míos «Adiós, amor». Y me dejas con ganas de más. 
No quiero decir adiós porque 
después de que esas palabras salgan de mis labios 
y nuestros pasos tomen caminos opuestos, 
el minutero se vuelve lento y no quiere avanzar para volver a unirnos.

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